No se si fue en Noviembre cuando me desconocí. Caminaba descalza y sinmigo por una ciudad llena de gente y tan vacía. El día estaba gris, hacía mucho calor y llovía a ratos. Se estaba haciendo de noche y se empezaban a ver murciélagos en un cielo atravesado por un tendido eléctrico. Me dirigía a los canales porque me habían dicho de un sitio en el que la noche empezaba rosa. Me senté allí un tiempo, el suficiente como para nunca ver pasar nada. Había enfrente mía dos árboles unidos formando un absurdo corazón que ya había fotografiado una vez, creo, no hacía demasiado. No tan de repente se hizo de noche mientras el sonido del ruido se iba mezclando con la voz muda de toda esa gente que (sin saberlo) enloquecida, gritaba en medio del silencio para/sin que nadie escuchara. Me quedé dormida, no se durante cuanto tiempo, había dejado de usar reloj y también de contar horas pero recuerdo que ya era de día cuando me desperté. Caminé hasta la playa en la que nunca llegué a tocar el mar. Ya no llovía y el cielo estaba medio azul, tan medio azul como siempre había estado en esas horas que nunca había contado. El camino de vuelta a casa era tan extraño como siempre, iba lenta pero no se hizo largo, «ningún viaje es largo si encuentras lo que buscas» me acordé de esa frase que una vez vi pintada en un hostel en Guatemala. Los edificios eran tan feos y tan grandes que olían a aburrimiento-en-la-ciudad. Había en el suelo una placa de Elvis que me decía «písame» y un poco más allá estaba ese Kebap al que nunca había ido. Se escuchaba una música de fondo….«vivaaa lass Vegaaasss…» y me paré para no preguntarme: ¿Cuánto tiempo llevo aquí y porqué perdí mis zapatos?
Icía Fuentes.
( Todas las fotografías son de Gold Coast)
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